martes, 25 de noviembre de 2008

Hemeroteca El Mundo !!



FERNANDO DEL PASO / ESCRITOR«"José Trigo" es un homenaje a la lengua castellana» CESAR GONZALEZ-CALERO. Especial para EL MUNDO








- Publicada en 1966 tras siete años de minuciosa elaboración, José Trigo rompió con los cánones tradicionales de la novela latinoamericana. Su autor, Fernando del Paso (Ciudad de México, 1935), la define como un libro complejo y voluminoso, un collage narrativo que está hilvanado con una prosa exuberante e innovadora donde todo cabe, desde la crónica periodística hasta la poesía náhuatl.

Al igual que sus dos grandes novelas posteriores (Palinuro de México y Noticias del Imperio), José Trigo es una muestra de la obsesión del autor por el lenguaje. Pero esta narración es también una evocación polifónica de pasajes relevantes de la historia de México desde una visión derrotista, casi apocalíptica, del devenir humano. Juan Rulfo, padrino de la obra, saludó así su presentación en sociedad: «José Trigo es la más formidable empresa que en terreno idiomático se haya intentado en Hispanoamérica».

- «José Trigo» sorprende por su virtuosismo léxico, su variedad narrativa y su estructura piramidal. ¿Cuál fue el origen de la novela?
- Todo empezó cuando descubrí a aquellos villanos de Nonoalco-Tlatelolco, en el corazón de Ciudad de México, en un lugar habitado por vagabundos y ferrocarrileros jubilados que habían hecho sus casas de vagones viejos. Ese escenario me pareció alucinante. Un día vi a un hombre alto, desgarbado, que caminaba por unas vías de tren abandonadas con una pequeña caja blanca al hombro, como si fuera el ataúd de un niño. Esa sola visión me inspiró para comenzar un cuento, que se transformó después en una novela y luego, en una pesadilla. Quise hacer una obra que, en un momento dado, se volvió descomunal, pero no fue así desde un principio, sino que se fue complicando a medida que pasaba el tiempo.

A lo largo de los siete años de elaboración se conjugaron una serie de obsesiones por el lenguaje, y éste se acabó transformando en el personaje principal. La estructura piramidal es solamente un juego que simboliza el este, el oeste y el puente que se alza entre los dos campamentos ferrocarrileros.
Esa obsesión por el lenguaje parece ser la columna que vertebra toda su obra.
José Trigo es un libro en el que el juego con el lenguaje, con las palabras, está buscado, rebuscado y muchas veces encontrado. Es un libro frente al cual, de acuerdo con esa definición chovinista de Julio Cortázar, el lector tiene que ser un lector macho, activo, que entre con machete. Durante la escritura de la novela, jugué de una manera consciente con neologismos que inventé, con arcaísmos de la lengua castellana y con vocablos que se usan en México. Hay lenguaje urbano, rural, aztequismos y algo del habla del hampa. La narración es una exploración de todas las posibilidades del lenguaje, un homenaje a la lengua castellana y a las formas en que se ha desarrollado en México. - La trama argumental se convierte en la novela en una excusa para «crear un mundo de palabras».

La discusión entre la forma y el contenido es interminable.
Pero en José Trigo también hay una gran mezcla de historias. El personaje llamado así no es sino un hilo conductor de los dramas, del paisaje y de las diversas historias, pero el personaje principal es Luciano, el ferrocarrilero, y también las huelgas de los años 60, además de la revolución cristera de los años 20.
Algunos autores, como Juan Goytisolo, observaron que la novela exigía el mismo esfuerzo que el «Ulises», de James Joyce.

La novela toma referentes de la cosmogonía azteca, pero también de la Biblia.
Nuestra cultura es básicamente judeocristiana occidental, aunque en México se encuentra muy enriquecida por todos los antecedentes históricos. Ya Ciorán se dio cuenta de que los latinoamericanos somos tan dueños de Shakespeare, Goethe, Cervantes, Dante o Rabelais como los europeos. La cultura occidental nos pertenece, forma parte de nuestra historia y eso es una maravilla.
Alvaro Mutis calificó José Trigo como «un gran resumen de la creación humana», y numerosos críticos han hablado de ella como una obra «totalizadora». ¿Está de acuerdo con esa definición?
No creo que sea una novela totalizadora, aunque ese propósito estuvo en la raíz de la obra. Se puede hablar de microcosmos, que es lo único a que un novelista puede aspirar, pequeños mundos, nada más. El Ulises es una maravilla precisamente porque es un microcosmos verdadero. Pero es cierto que siempre he tenido una obsesión por la erudición y la belleza del lenguaje.

La novela transcurre en Tlatelolco, un lugar simbólico y esencial para entender la historia de México.
Es un lugar mágico, porque allí se fundó la gran ciudad de Tenochtitlan, y allí cayó también, en 1521. Es un escenario mítico, donde todo parece haber pasado: ahí se fundó la primera iglesia de México y se representó el primer auto sacramental de América, El fin del mundo. Luego se bañó de sangre, con las represiones contra los ferrocarrileros, en los años 60, y el conflicto estudiantil, en 1968.

No hay comentarios: